Muchas de estas estructuras nunca fueron terminadas y abundan en nuestro paisaje urbano y rural como memoria de los negocios del narcotráfico y la corrupción; son símbolos sin otra función que la de recordarnos la decadencia moral, social y económica de las clases poderosas de Colombia.
La naturaleza toma de nuevo lugar sobre estos residuos que existen en toda su contradicción para recordarnos que los hombres que las planearon concibieron un proyecto frustrado. Su tiempo es y será el de la posibilidad del fracaso.
Muchos narcos y corruptos ahora están confinados o son solo cenizas, pero sus obras existen desde un principio como ruinas, como memoria de acontecimientos nefastos para nuestro país.







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