El postmodernismo es uno de los movimientos más importantes de nuestros tiempos. Es el fin de la razón como guía absoluta, la convicción de que ésta carece de capacidad para abrir nuevos caminos al progreso humano, en tanto se da una conciencia generalizada de su agotamiento como fuerza innovadora. Es una crítica al pensamiento moderno. Esto en parte a las promesas incumplidas del progreso humano al que debía llevarnos la razón ilustrada, las dos guerras mundiales del siglo XX, la creciente desigualdad social, entre muchos hechos más, dan cuenta de este fracaso.
Si bien el espíritu postmoderno puede estar presente en otras épocas, e incluso podemos buscar en Niezstche uno de sus primeros exponentes, solo cuando muere el siglo XX adquiere preponderancia dentro de la cultura. El nombre fue empleado sistemáticamente, por primera vez, en el año 1971 por Ihab Jassan aplicado a la literatura. De ahí irradió hacia el campo de las ciencias sociales, la Filosofía, la Semiología y la Arquitectura. Jean François Lyotard, al referirse a la condición post modernista dice: "Designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de los juegos de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del fin del siglo XIX… la postmodernismo indica simplemente un estado de alma, o mejor un estado de espíritu. Podría decirse que se trata de un cambio en la relación con el problema del sentido: diría simplificando mucho, que lo moderno es la conciencia de la ausencia de valores en muchas actividades, si se quiere, lo que es nuevo sería el saber responder al problema del sentido." Según esto podría decirse que la postmodernidad surge como respuesta al agotamiento de la modernidad como legitimadora de la cultura.
Sin embargo, la postmodernidad es también la consecuencia de la transformación de las economías mundiales impulsadas por las naciones hegemónicas. En este sentido lo que podemos ver en términos conceptuales no puede ser separado de las dinámicas sociales en las cuales se contextualiza. Es precisamente a la racionalización de la vida social, impulsada por el capitalismo, en términos económicos, sociales y políticos, en donde la postmodernidad surge. En este sentido Frederic Jameson asoció la post modernidad con los fenómenos socioeconómicos surgidos en los años recientes. Afirma que la post modernidad es un "concepto periodizador que tiene como función relacionar los nuevos rasgos formales en la cultura con el nuevo tipo de vida social y el nuevo orden económico. A ese fenómeno se le ha llamado modernización, sociedad post industrial o de consumo, sociedad de los medios de comunicación o capitalismo multinacional." Este autor se refiere al nuevo momento del capitalismo en Estados Unidos de América desde los finales de los años 40s y principios de los 50s y en Francia a partir de la quinta república en 1958. La post modernidad , afirma, “ tiene un carácter imperativo derivado de la revolución científico – tecnológica, la globalización de las comunicaciones y los mercados y la competición en los mismos basadas en el progreso técnico dominante." Por lo tanto el concepto de la post modernidad conduce a un nuevo orden económico: la economía mundial, el sistema transnacional de producción de bienes y servicios que trasciende el sistema característico del capitalismo moderno traído desde la época de la revolución industrial.
En términos filosóficos podemos señalar las rupturas generadas por la actitud postmoderna. El origen, como idea, es la fuente de cualquier cosa que se encuentre bajo consideración. Usualmente es entendido como la meta de la búsqueda racional, la búsqueda por encontrar lo que se encuentra detrás o más allá del fenómeno, la búsqueda de sus fundamentos últimos. Para las filosofías modernas del Yo (existencialismo, psicoanálisis, fenomenología e incluso el marxismo) el intento de descubrir el origen del yo es el camino hacia la autenticidad. El postmodernismo por su parte, niega en sentido estricto esta posibilidad de regresar, recapturar e incluso representar el origen, la fuente, o cualquier realidad más profunda que el fenómeno en si mismo. En este aspecto se puede decir que el postmodernismo es superficial, ya que no profundiza: la superficie del fenómeno es lo importante, no hace falta un conocimiento más profundo o fundamental.
El pensamiento postmoderno trata de mostrar que lo que
generalmente es concebido como unidad, singular, existencia integral o concepto, es en realidad plural. Todo está constituido a partir de sus relaciones con otras cosas, por lo tanto nada es simple, inmediato o totalmente presente y ningún análisis puede, en consecuencia, ser final o completo.
La negación de la trascendencia es también un punto crucial en el postmodernismo. Normas como verdad, bondad, belleza, racionalidad, no son consideradas como independientes de los procesos que juzgan y gobiernan, es decir de las dinámicas sociales culturales, económicas y políticas, más bien se les considera como productos inmanentes a esos mismos procesos.
La post modernidad implica, fundamentalmente, la creencia en la muerte de la razón, el afianzamiento del nihilismo. En varias teorías se propone la caducidad de órdenes importantes de la vida de las naciones: el progreso, la política y las vanguardias literarias. Esto significa un rechazo ontológico de la filosofía occidental, una obsesión epistemológica con los fragmentos y fracturas, y un compromiso ideológico con las minorías en política, sexo y lenguaje.
El postmodernismo más que un bloque teórico, es una serie de caminos que sólo tienen como punto común la crítica a la modernidad. Así, no debe extrañarnos que no exista una estética postmoderna, sino diversos enfoques y acercamientos hacia la misma. Sin embargo, todas estas nociones diversas de estética postmoderna parten de un punto común, la estética del modernismo ha llegado a un punto muerto, ha perdido su fuerza creadora y su papel de innovadora. Es necesario replantearse los caminos o por lo menos ser concientes del fracaso de la propuesta de la estética del modernismo.
El cuadro tradicional del arte se ve profundamente transformado debido a las nuevas condiciones sociales, culturales y económicas. La obra, el artista, el crítico y el público no tienen un carácter definitorio y único, y sus funciones se entremezclan. Además estos componentes no son los únicos, ya que las obras circulan en otros canales no artísticos como el diseño, la publicidad y los medios de comunicación de masas. Entre el publico y la obra ya no solo media el critico, sino toda una red de instituciones integrada por los medios de comunicación, galerías, ferias de arte y museos, englobados dentro de una cultura de consumo, estructuras comunicativas y mercantiles de la cultura de masas. Por tal razón la publicidad y comunicación de la obra se convierte en algo determinante en la escogencia de lo que es y no es el arte. Las revistas, exposiciones, etc. determinan que puede ser valorado estéticamente como obra, propiciando para los artistas clientes potenciales para su producción
Desde el punto de vista del arte, la post modernidad señala el fin de las vanguardias basada en los criterios respecto a la estética, es decir el rechazo de la función crítica del arte. Intenta neutralizar la expresión del pensamiento filosófico y científico a través del arte; rechaza los valores de funcionalidad, racionalidad y austeridad con base en la separación de la razón en el arte. Sin embargo existe una contradicción latente, puesto que en la realidad surgen formas históricas que en vez de fragmentarse se agrupan en modelos de globalización construidos en los centros hegemónicos del mundo.
Según Greenberg la cultura de vanguardia esta siendo abandonada por los ricos y los cultos quienes proporcionaban los ingresos para su desarrollo y sostenimiento. Esto se evidencia en el hecho de que la vanguardia esta cada vez mas expuesta al academicismo y al comercialismo. Un factor que incide en esto, es el surgimiento de lo que se conoce como Kitsch, un arte y una literatura comerciales, que actúan como retaguardia del movimiento artístico de las vanguardias.
El Kitsch surge de la necesidad de una cultura consumista: “la cultura sucedánea destinada a aquellos que, insensibles a los valores de la cultura genuina, estaban hambrientos de distracciones que solo algún tipo de cultura puede proporcionar”. En término de Greenberg el Kitsch es un degradado de la verdadera cultura, es mecánico espurio que cambia con los estilos pero permanece igual y solo exige dinero a sus consumidores. Su estrategia es tomar del arte maduro lo que más le conviene: sus artificios, sus trucos y sus temas, desechando el resto.
Para Greenberg la distinción entre vanguardia y Kitsch, es igual que la distinción entre arte abstracto y arte realista. Segun este autor, desde una perpectiva peyorativa, para el hombre común que habita las masa el arte de vanguardia no le es inetresante, puesto que no esta en relación con su realidad inmediata y él prefiere un mensaje explicito. De esta forma, el arte postmoderno se ha llenado de símbolos populares e intenta llegar al hombre común.
Otro de los elementos principal del arte postmoderno es el eclecticismo. Los géneros tradicionales del arte también se han sido desintegrado y en una misma obra es posible encontrar técnicas y estilos diversos, así como la mezcla de otra obras de arte ya inventadas. Esta situación desemboca en una fragmentación del criterio de valoración de la obra de arte. Lyotardm afirma que al no tener el arte una capacidad real de ser valorado por sus contenidos estéticos, siempre le queda el refugio, ilusión provocada por el realismo, de medir su valor por el dinero. Es decir, a falta de criterios estéticos sigue siendo útil medir el valor de las obras por la ganancia que se puede sacar de ellas.
Si bien Benjamín no escribió sus textos en una época propiamente postmoderna, sus análisis nos sirven para comprender algunos aspectos del arte actual. En la apoca de reproducción técnica la contemplación y el recogimiento se convierten en una conducta asocial. El aura se sacrifica, según Benjamín a favor de la demandas del mercado, por lo cual la distracción es el comportamiento social característico. Después del dadaísmo la obra de arte pasó a ser un proyectil que choca con el espectador. Esto “favoreció la demanda del cine, cuyo elemento de distracción es táctil en primera línea, es decir que consiste en un cambio de escenarios y de enfoques que se adentran en el espectador como un choque”.
Según benjamín la dispersión es una de las actitudes del espectador del arte postmoderno. La cantidad se ha convertido en calidad, con lo cual se modifica el tipo de participación de las masas frente a la obra de arte. La masa busca disipación, en contraposición del recogimiento al que debe enfrentarse el espectador ante la obra de arte tradicional. Las masas no se recogen en si mismas para contemplar el arte, sino que dispersas, sumergen en si mismas a la obra artistica. “La recepción en la dispersión, que se hace notar con insistencia creciente en todos los terrenos del arte y que es el síntoma de modificaciones de hondo alcance en la apercepción, tiene en el cine su instrumento de entrenamiento. El cine corresponde a esa forma receptiva por su efecto de choque. No solo reprime el valor cultual porque pone al publico en situación de experto, sino además porque dicha actitud no incluye en las salas de proyección atención alguna. El publico es un examinador, pero un examinador que se dispersa”.
El concepto de "desconstrucción" de Jacques Derrida constituye una de las claves para comprender la situación actual del arte. Su obra constituye un encuentro entre el arte y la filosofía, de esta manera ilustración la situación actual de la postmodernidad donde no es posible encontrar un punto límite y definitorio, ni siquiera entre las prácticas y los discursos.
Este autor es uno de lo que mejor sintetiza el espíritu del hombre postmoderno: “no existe una verdad. Existen voluntades de verdad tan diversas como los factores culturales e históricos que influyen en la emergencia de esta, lo cual supone que cada individuo configura su verdad”. Para Derrida la deconstrucción implica la diseminación del sentido. Su objetivo es analizar los mecanismos del lenguaje tales como apropiaciones, transferencia, traducciones, metonimias, metáforas y ejemplos. Cuando identificamos estos recursos en el contexto de la filosofía descubrimos las oportunidades de una teoría.
En palabras de Derrida "deconstruir es a la vez un gesto estructuralista y antiestructuralista: se desmonta una edificación, un artefacto, para hacer que aparezcan sus estructuras, sus nervaduras o su esqueleto, pero también, simultáneamente, la precariedad ruinosa de una estructura formal que no explicaba nada, ya que no era ni un centro, ni un principio, ni una fuerza, ni siquiera la ley de los acontecimientos, en el sentido más general de esa palabra. La deconstrucción como tal no se reduce ni a un método (reducción a lo simple) ni a un análisis; va más allá de la decisión crítica, de la idea crítica misma. Justamente, por eso no es negativa, aunque, a pesar de tantas precauciones, se la haya interpretado así frecuentemente. Para mí, va siempre junto con una exigencia afirmativa. Diría, incluso, que no tiene lugar nunca sin amor”.
Derrida examinando la relación entre filosofía y pintura afirma que ya no es tan seguro como en otros tiempos qué sea esta ultima (dónde empieza y dónde termina, cuáles son sus géneros canónicos y sus procedimientos pautados). No hay pintor o artista que hoy no sepa que pintar no consiste, ni ha consistido jamás, en reproducir una realidad supuestamente extrapictórica, hecho que constituye en toda su extensión la crisis de la pintura. Igualmente ya no es tan seguro como en otros tiempos qué sea la filosofía, en qué se distingue de otros géneros de escritura, cuáles son sus fronteras con la ficción o con la ciencia, qué es en ella lo esencial y qué lo auxiliar o accesorio, de la misma manera que no hay filósofo que hoy pueda ignorar la crisis de la propia filosofía en este punto. Aquí es donde se ubica la obra de Derrida La verdad en pintura, un texto ambiguo que puede equipararse a las instalaciones del arte contemporáneo, una búsqueda de la negación de la verdad ultima y objetiva tanto a nivel estético como conceptual.
Kant en su Crítica de la facultad de juzgar intenta establecer los parámetros legítimos y racionales para juzgar lo que es esencial y lo que es superfluo en la obra de arte. Derrida somete las observaciones de Kant a un proceso de deconstruccion: “¿es posible, en el discurso filosófico por excelencia, distinguir lo extrínseco de lo intrínseco, separar los ejemplos, los vestidos, las columnas y los marcos del contenido, especialmente en este caso -el caso del juicio estético puro-, en el cual no hay contenido conceptual ni sensible alguno, en el que se trata de un juicio hecho sin apelar al "goce sensible" ni tampoco a la "claridad intelectual"? ¿O es precisamente ese vacío de contenido sensorial e intelectual lo que exige, como colaboradores necesarios, adornos, ornamentos, marcos, ejemplos? No sé lo que es accesorio o esencial en una obra, dónde tiene lugar el cuadro, dónde comienza, dónde termina, cuál es su límite interno o externo y su superficie entre dos límites. No sé si el lugar de la Crítica de la facultad de juzgar en donde se define el ornamento no es también un ornamento".
La deconstrucción, señala Derrida, no tiene por misión efectuar un reencuadramiento de las obras filosóficas o pictóricas, ni tampoco el pretender eliminar definitivamente el marco o soñar con una obra absolutamente desmarcada. Así como la mayoría de las instalaciones, la deconstruccion pretende desmontar la evidencia de la distinción entre el adentro y el afuera, entre lo extrínseco y lo intrínseco, entre lo esencial y lo accidental, mantenernos en vilo ante la sorpresa de lo presuntamente obvio, efecto que precisamente busca la instalación.
martes, 6 de octubre de 2009
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